sábado, 30 de noviembre de 2013

Criticados...


Y no olvides las reglas de la buena educación, no pierdas el estilo superior, recuerda guardar siempre tus palabras, no comentes nada que sea verdad. No hables con aquellos que tienen mala fama, con quienes tienen pésima reputación, no te acerques a los que no tienen nada que perder, quienes entre el alcohol los fines de semana, entre escándalos cada mes, donde todos se enteran de sus verdades, festejan sin motivo. No le hables mucho aquellos que no guardan la compostura. Que no mantienen en secreto sus problemas.

Las reglas de esta sociedad son estrictas, quien no las cumpla es fuente de críticas, aléjate de ellos y no te contagiaran con la sinceridad. Huye y podrás seguir con el fingir.


Eso dicen aquellos que viven entre oficinas todo el día, que no tienen tiempo para reírle a la vida, eso dicen quienes creen tener algo que perder, los que son responsables por cumplir con las reglas que dicta la sociedad. Viviendo ellos del que dirán los demás, dejan de vivir sus vidas.

Eso me dijeron cuando converse con aquel que tiene mala reputación, que ingiere alcohol con regularidad, a la vista de todo aquel que quiera mirar, eso me dijeron cuando reí con sus chistes de verdad, cuando la alegría del ser escuchada te invade sin pensar.

Me advirtieron alejarme de aquella que igual, ingiere sin mucho pesar, diciendo las verdades a quien se le tropiece en su andar, no siguiendo unas reglas que no le importan y le impidan disfrutar. Siguieron diciéndome que me alejara de ese grupo de personas que trabajan cada semana, de lunes a viernes desde la mañana hasta a tarde, igual que muchos grandes de este círculo, pero que a diferencia de los otros, aquellos ingieren alcohol todos los fines de semana, viven en una fiesta constante De una celebración a otra.

 Me prohibieron pasar tiempo con aquellos que se ríen por reír, aquellos que celebran la vida, se alegran de cada día, sonríen por cada risa. Eso a los que no les importa el qué dirán, y no piensen en criticar. Sus anécdotas protagonizan cada encuentro. Y no les queda tiempo para pensar en otras vidas, más que en las suyas.

 Mi madre me dijo hace mucho tiempo, que me alejara de ellos, pero yo los sigo viendo, yo sigo yendo. Porque a diferencias de las fiestas de sociedad, los criticados no esperan que finja cada frase. A diferencia de mi familia, ellos nos esperan de mí, más de lo que yo pueda dar, incluso si no puedo dar nada, celebraran. Si soy algo, celebran que lo soy. No hay presión de tener que hacer las cosas siempre bien. No está el ojo fijo vigilando cada paso y criticando cada falla. Si caes, ellos entre risas y brindis te ayudan a levantar. No tengo que estar siempre sonriendo. Puedo expresar los sentimientos sin miedo a ser la burla de todo un pueblo.

Aquellos a los que la gente critica, son aquellos que escuchan de verdad. Aquellos de los que se quejan por celebrar, son aquellos que disfrutan la vida. Aquellos que dicen las cosas que son verdad, son aquellos que viven en la sinceridad. Son criticados cada vez más, son despreciados por la envidia de hacer siempre lo quieran, mientras otros solo hacen lo que “deberían”. Criticar por una envidia que no te deja pensar. Juzgar siempre es más fácil que atreverse. Los critican por ser personas en las que puedes confiar, porque en un mundo de traiciones, el pecado es la sinceridad.

Y ahora mi madre me mira y me critica, se escandaliza cuando bebo alguna de sus bebidas. Beber no es de señoritas. Como si todas sus amigas no lo hicieran a escondidas. Ir a fiestas cada semana no es de personas decentes. Como si ellos no soñaran con bailar cada fin de semana. Expresan su frustración, en palabras despectivas para aquellos que si viven sus vidas.



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